SEGUNDA HISTORIA
EL COLECCIONISTA
El descubrimiento de las sirenas era la moda que más se había extendido por todo el mundo
, millones de expertos habían seguido su ruta desde hacía largas temporadas, con el fin de saber en donde se encontrarían en cada época del año, habían trazado cientos y cientos de mapas que se vendían en los kioscos y librerías para no perderlas de vista jamás, todo el mundo podía ir a verlas, todo el mundo sabía que existían, todo el mundo podía hacerles fotos siempre que contaran con el consentimiento de las propias sirenas, ya que esa era la única norma que había impuesto la ley ante todos los turistas que seguían la ruta.
Así el mundo entero disfrutaba de su belleza y ellas podían vivir en plena libertad.
Pero un día, un día fatal, las sirenas desaparecieron, el desastre empezó con una absoluta desobediencia en la ruta marcada en los mapas, y con turistas histéricos por ir de un lado a otro sin resultados, después la cosa acabó siendo más grave ya que por mucho que buscaron no las encontraron en ninguna parte, buscaron por todos los mares, por todos los lagos, por todos los riachuelos, por todas las cascadas, incluso buscaron en piscinas públicas, pero nada, no había ni rastro de ellas.
Pronto los diarios se hicieron eco de la noticia de que las sirenas se habían extinguido, y muchas personas se entristecieron por ello, la policía acuática buscaba desesperadamente alguna pista que las guiara hacia ellas, pero los días pasaban y eran incapaces de encontrarlas.
La policía había repartido carteles anunciando de su desaparición a todos los capitanes que poseían grandes embarcaciones, y les habían advertido que si sabían algo de ellas mientras estaban navegando se lo hicieran saber con la mayor urgencia.
Pero el tiempo pasaba y nada se sabía de ellas, a la gente ya no le importaba el hecho de que pudiera verlas o no, solo querían saber si seguían vivas y manteniendo una buena salud, todos se resistían a hacerse a la idea de que las sirenas hubieran dejado de existir.
La policía acuática pronto se puso manos a la obra para tratar de encontrar a un compañero suyo que había desaparecido en los próximos días. Las últimas noticias que habían tenido sobre él era que había ido con su moto hasta la zona playera de los sultanes. Esa zona eran los terrenos cerca del mar de los que eran dueños la gente más rica de la ciudad, el agente había ido hasta allí por un aviso que había recibido sobre las sirenas. Todos los agentes entrevistaron preocupados a cada uno de los señores ricos que encontraron a su paso, nadie sabía nada del agente desaparecido ni de las sirenas.
Estaban a punto de darse por vencidos cuando un agente chillo sorprendido, en cuanto se dio cuenta de que una sirena viajaba de incógnito amarrada al sillín de su moto, todos se dirigieron hacia ella y le preguntaron por los demás miembros de su especie:
- Nos tienen atrapadas a todas, el aviso que recibisteis de este lugar está en lo cierto, todas las personas de este lugar saben de su existencia, pero nadie os ha dicho nada porque están amenazados de muerte, el agente está siendo retenido por nuestro mismo secuestrador, y yo he conseguido escaparme para venir a avisaros, tenéis que liberarnos enseguida.
- Condúcenos hacia el lugar donde están todas las sirenas-dijo uno de los agentes.
- Seguirme-dijo la sirena soltándose del sillín de la moto y zambulléndose en el agua.
Los agentes motorizados salpicando agua a su paso, la siguieron contentos de que por fin tuvieran noticias frescas del paradero de las sirenas. Aparcaron sus motos en una zona llena de conchas y caracolas, de todos los colores y tamaños.
La sirena les esperó en el mar, unos cuantos policías fueron a hablar con el presunto secuestrador, mientras entraban en sus tierras pudieron observar que aquel hombre tenía una gran colección de motos acuáticas y de motos terrestres, también tenía barcos, y pequeños coches, y muchas casas, con montones de enredaderas de diferentes estilos y flores por encima de ellas. Se separaron y entraron en todas las casas, observaron una gran colección de cuadros apilados todos juntos en una esquina, solo algunos pocos estaban enganchados a las paredes, dentro de los armarios había una gran colección de corbatas, de chaquetas, de camisas y de pantalones. Y en el sótano o trastero de cada una de esas casas, habían varios espejos guardados, así como tocadiscos y baúles antiguos de madera.
Por fin se vieron ante el hombre dueño de todos esos bienes, él estaba cómodamente sentado en uno de los muchos sillones que poseía, estaba vestido con cuatro smokings, uno encima de otro.
- ¿Puedo ayudaros en algo?-le preguntó a los dos agentes que se dirigían hacia él.
- Una sirena nos ha dicho que las tiene a todas secuestradas, además de a un compañero nuestro y a sus vecinos amenazados de muerte, para que no nos cuente nada de lo sucedido-le contestó uno de ellos.
- ¡Qué disparate más gordo! ¡No tienen pruebas contra mí!
En eso que los agentes oyeron cantar a las sirenas.
-¿Y esa voces que son?-preguntó uno de ellos.
- Es una grabación, la enciendo a veces para recordar a las sirenas, me entristece tanto saber que ya nunca más las volveré a escuchar.
Pero los policías no le creyeron y siguieron el sonido de las voces melodiosas, derribaron una puerta, encontrando a todas las sirenas nadando en una especie de lago dorado, había por todas partes hombres vestidos con armaduras y lanzas negras que regían los turnos en los que les tocaba bañarse a cada grupo de sirenas, el resto permanecía a la espera húmedas, encadenas, conformándose tan solo con la vista de aquella agua tan pura y refrescante.
Aquel señor rico con todos los demás soldados, fueron encarcelados, las sirenas cambiaron su recorrido de seguimiento con tal de que no las volviera a atrapar nadie nunca más, y solo podían verlas quienes superaban una prueba ultra secreta y supervisada por la policía acuática.
De todas maneras aunque la gente no pudiera verlas estaba de buen humor, porque sabían que al fin eran libres y que no se habían extinguido, y además, en las casas donde había infantes, o personas muy enamoradas, en los días especiales para ellos o en los días en que los niños se comportaran bien, las sirenas pasaban por sus piscinas y les dejaban estrellas de mar con un papelito en donde estaban escritos los nombres de las personas a las que iban destinadas. Y en ocasiones extraordinarias también estaba escrita la dirección por si acaso esa familia no tenía piscina propia, lo dejaban en la más cercana, para que su dueño se encargara de llevársela a quienes se la mereciesen.