Rápido, fácil y gratis

Crea tu página web ahora

Crea tu página web
Sitio web gratis creado en

leeyvive.sitew.us

carolinaysumundo.es.tl
escribeme a carolinaysumundo@gmail.com

PRIMERA HISTORIA
MI LINDA SIRENA PERDIDA
¿Dónde estaría mi linda sirena perdida? Debía encontrarla lo antes posible, debía decirle lo mucho que la quería, debía abrazarla y besarla, debía recorrer la costa entera hasta dar con ella. 
Me encontraba sobre la arena, con los pies descalzos, con el smoking puesto, la pajarita desabrochada, los tres botones primeros de la blusa blanca desabotonados, los zapatos descasaban a una larga distancia de mí, colocados de mala macera sobre la arena, y sobre mi codo del brazo derecho había dejado caer mi chaqueta negra.
Había abandonado a mi novia en el altar, y me había escapado corriendo hacia la playa en donde la vi por primera vez, había trepado hasta la roca más alta, con la esperanza de  divisarla. Todos mis amigos me habían dicho que estaba loco al dejar a mi novia de tantos años por una loca fantasía de unos cuantos días, pero yo sabía que ella no era una fantasía, sabía que existía de verdad y que yo no estaba loco, sino enamorado.
Aún recordaba la primera vez que la había visto moviendo sus aletas con una elegancia sin igual. Aún recordaba como se tocaba su melena rubia y como me contemplaba con sus ojos verdes, mientras nadaba hacia a mí. 
Desde aquel día en que la había visto, soñaba todas las noches con ella, con la dulce melodía de su voz, con sus suaves labios, con sus dedos acariciando mi cuello.
No me importaba en absoluto que ella perteneciera al mar y yo a la tierra, yo creía en el amor verdadero y sabía que el mío era ella.
Ella sabía que iba a casarme, desde nuestro primer encuentro siempre nos lo habíamos contado todo con absoluta sinceridad,  y me había dicho que podía irme con ella al mar, a vivir con ella el resto de mi vida, pero que entendía que era una decisión difícil y que entendería que no la llegase a cumplir.
Un solo beso, solo era necesario un solo beso para que mis piernas desaparecieran y dieran lugar a una cola con dos aletas de pez, eso era lo que me había dicho ella, solo necesitaba mi afirmación contundente a mi deseo de pasar el resto de mi vida con ella, de renunciar a mi cuerpo humano y pasa a ser un tritón, para poder vivir nuestro amor en el mar.
Desde la primera vez que la había visto, tenía claro que la quería, y que no iba poder ser feliz con nadie más, pero conforme fueron pasando los días, las dudas fueron creciendo dentro de mi cabeza. No había dejado de quererla, ni nunca lo iba a hacer, eso lo tenía clarísimo, pero el hecho de abandonar todo lo que yo conocía y lanzarme al mar, era en cierta forma lo que me frenaba.
Pero cuando llego el día de la boda y yo me vi al lado de la que iba a ser mi mujer, supe que nunca iba poder mirarla a los ojos y decirle que la quería, sin pensar en la otra.
Mi linda sirena perdida, ella es la única que existe para mí, y por fin había comprendido que no podía permitirme que saliera de mi vida.
Así, que allí estaba yo, mojándome los pies con el agua salada, esperando verla, a que me besara y que los dos nos dispusiéramos a sumergirnos en el fondo del mar para siempre.
“Mi linda sirena perdida, aparece, aparécete ya.”
Y como si ella hubiera oído mis ruegos, o el latir de mi corazón, vi su mano agitarse y saludarme a distancia, vi como saltaba ola tras ola para acercarse a mí lo antes posible.
Había imaginado cientos y cientos de veces aquella escena de nuestro primer beso y de mi despedida en el mundo en el que había pasado parte de mi vida, porque era evidente que mi vida todavía no se había acabado y que aún me quedaba la mejor parte por vivir.
Y la iba a vivir a su lado, junto a ella, junto a la mujer que quería con todo mi corazón.
Reproduje una y otra vez la imagen de ese beso mágico en mi mente, y en todas las veces sentí miedo, al verme sin piernas, al agitar mis aletas, al tocarme las escamas.
Sentía deseos de retroceder, pero al mismo tiempo no quería abandonarla a ella ni volver con mi antiguo amor.
Y cuando llego el momento realmente de dar ese beso en la realidad, supuse que sentiría miedo, igual como lo había sentido en mi imaginación, pero no fue así, lo que sentí fue una liberación absoluta, y me marché con ella mar adentro y nuestra historia de amor empezó entre las olas del mar. Y cada latido de nuestros corazones, se juntaba con el sonido de las salpicaduras de esas mismas olas.
Ella, el mar y yo habíamos pasado a ser un solo ser.

SEGUNDA HISTORIA
EL COLECCIONISTA
El descubrimiento de las sirenas era la moda que más se había extendido por todo el mundo
, millones de expertos habían seguido su ruta desde hacía largas temporadas, con el fin de saber en donde se encontrarían en cada época del año, habían trazado cientos y cientos de mapas que se vendían en los kioscos y librerías para no perderlas de vista jamás, todo el mundo podía ir a verlas, todo el mundo sabía que existían, todo el mundo podía hacerles fotos siempre que contaran con el consentimiento de las propias sirenas, ya que esa era la única norma que había impuesto la ley ante todos los turistas que seguían la ruta.
Así el mundo entero disfrutaba de su belleza y ellas podían vivir en plena libertad. 
Pero un día, un día fatal, las sirenas desaparecieron, el desastre empezó con una absoluta desobediencia en la ruta marcada en los mapas, y con turistas histéricos por ir de un lado a otro sin resultados, después la cosa acabó siendo más grave ya que por mucho que buscaron no las encontraron en ninguna parte, buscaron por todos los mares, por todos los lagos, por todos los riachuelos, por todas las cascadas, incluso buscaron en piscinas públicas, pero nada, no había ni rastro de ellas. 
Pronto los diarios se hicieron eco de la noticia de que las sirenas se habían extinguido, y  muchas personas se entristecieron por ello, la policía acuática buscaba desesperadamente alguna pista que las guiara hacia ellas, pero los días pasaban y eran incapaces de encontrarlas. 
La policía había repartido carteles anunciando de su desaparición a todos los capitanes que poseían grandes embarcaciones, y les habían advertido que si sabían algo de ellas mientras estaban navegando se lo hicieran saber con la mayor urgencia.
Pero el tiempo pasaba y nada se sabía de ellas, a la gente ya no le importaba el hecho de que pudiera verlas o no, solo querían saber si seguían vivas y manteniendo una buena salud, todos se resistían a hacerse a la idea de que las sirenas hubieran dejado de existir.
La policía acuática pronto se puso manos a la obra para tratar de encontrar a un compañero suyo que había desaparecido en los próximos días. Las últimas noticias que habían tenido sobre él era que había ido con su moto hasta la zona playera de los sultanes. Esa zona eran los terrenos cerca del mar de los que eran dueños la gente más rica de la ciudad, el agente había ido hasta allí por un aviso que había recibido sobre las sirenas. Todos los agentes entrevistaron preocupados a cada uno de los señores ricos que encontraron a su paso, nadie sabía nada del agente desaparecido ni de las sirenas.
Estaban a punto de darse por vencidos cuando un agente chillo sorprendido, en cuanto se dio cuenta de que una sirena viajaba de incógnito amarrada al sillín de su moto, todos se dirigieron hacia ella y le preguntaron por los demás miembros de su especie:
- Nos tienen atrapadas a todas, el aviso que recibisteis de este lugar está en lo cierto, todas las personas de este lugar saben de su existencia, pero nadie os ha dicho nada porque están amenazados de muerte, el agente está siendo retenido  por nuestro mismo secuestrador, y yo he conseguido escaparme para venir a avisaros, tenéis que liberarnos enseguida.
- Condúcenos hacia el lugar donde están todas las sirenas-dijo uno de los agentes.
- Seguirme-dijo la sirena soltándose del sillín de la moto y zambulléndose en el agua.
Los agentes motorizados salpicando agua a su paso, la siguieron contentos de que por fin tuvieran noticias frescas del paradero de las sirenas. Aparcaron sus motos en una zona llena de conchas y caracolas, de todos los colores y tamaños. 
La sirena les esperó en el mar, unos cuantos policías fueron a hablar con el presunto secuestrador, mientras entraban en sus tierras pudieron observar que aquel hombre tenía una gran colección de motos acuáticas y de motos terrestres, también tenía barcos, y pequeños coches, y muchas casas, con montones de enredaderas de diferentes estilos y flores por encima de ellas. Se separaron y entraron en todas las casas, observaron una gran colección de cuadros apilados todos juntos en una esquina, solo algunos pocos estaban enganchados a las paredes, dentro de los armarios había una gran colección de corbatas, de chaquetas, de camisas y de pantalones. Y en el sótano o trastero de cada una de esas casas, habían varios espejos guardados, así como tocadiscos y baúles antiguos de madera.
Por fin se vieron ante el hombre dueño de todos esos bienes, él estaba cómodamente sentado en uno de los muchos sillones que poseía, estaba vestido con cuatro smokings, uno encima de otro.     
- ¿Puedo ayudaros en algo?-le preguntó a los dos agentes que se dirigían hacia él.
- Una sirena nos ha dicho que las tiene a todas secuestradas, además de a un compañero nuestro y a sus vecinos amenazados de muerte, para que no nos cuente nada de lo sucedido-le contestó uno de ellos. 
- ¡Qué disparate más gordo! ¡No tienen pruebas contra mí!
En eso que los agentes oyeron cantar a las sirenas.
-¿Y esa voces que son?-preguntó uno de ellos.
- Es una grabación, la enciendo a veces para recordar a las sirenas, me entristece tanto saber que ya nunca más las volveré a escuchar.
Pero los policías no le creyeron y siguieron el sonido de las voces melodiosas, derribaron una puerta, encontrando a todas  las sirenas nadando en una especie de lago dorado, había por todas partes hombres vestidos con armaduras y lanzas negras que regían los turnos en los que les tocaba bañarse a cada grupo de sirenas, el resto permanecía a la espera húmedas, encadenas, conformándose tan solo con la vista de aquella agua tan pura y refrescante.
Aquel señor rico con todos los demás soldados, fueron encarcelados, las sirenas cambiaron su recorrido de seguimiento con tal de que no las volviera a atrapar nadie nunca más, y solo podían verlas quienes superaban una prueba ultra secreta y supervisada por la policía acuática. 
De todas maneras aunque la gente no pudiera verlas estaba de buen humor, porque sabían que al fin eran libres y que no se habían extinguido, y además, en las casas donde había infantes, o personas muy enamoradas, en los días especiales para ellos o en los días en que los niños se comportaran bien, las sirenas pasaban por sus piscinas y les dejaban estrellas de mar con un papelito en donde estaban escritos los nombres de las personas a las que iban destinadas. Y en ocasiones extraordinarias también estaba escrita la dirección por si acaso esa familia no tenía piscina propia, lo dejaban en la más cercana, para que su dueño se encargara de llevársela a quienes se la mereciesen.
 
   
  

TERCERA HISTORIA
HOY GRITARÉ LO QUE DESEO
Un resplandor desconocido entro por mi ventana de buena mañana, me levanté, me froté los ojos, me espabilé y acudí a averiguar de que se trataba, se lo pregunté al sabio del mar, ante él hacían cola millones de sirenas como yo, cientos de caballitos de mar y miles de peces.
El sabio del mar era una ballena barbuda, que lo sabía todo sobre todas las cosas del mundo entero, tanto del mundo terrestre como del marítimo. Estaba ansiosa porque me tocara mi turno, al fin llego.
- Gran ballena ¿Qué es ese resplandor tan potente que se ve a lo lejos? 
-¡Vaya! Parece ser que esa es la pregunta del día, casi todos me han preguntado hoy por ello.
-¿Y que es?
- Esa luz proviene de la gran estrella de los deseos, es una estrella que solo se enciende una vez al año, se mantiene encendida hasta que alguien la encuentra y le pide un deseo, una vez es cumplido el deseo ésta se apaga y no se vuelve a encender hasta el año que viene.
- ¿Y le puedes pedir cualquier deseo?
- Sí, pero solo puedes pedirle uno, y es muy difícil encontrarla, tienes que pasar por tres caminos muy peligrosos antes de llegar hasta ella.
- ¿Cuáles son?
- El primero es atravesando las algas carnívoras, el segundo es pasando cerca del barco hundido fantasma y en tercer y último lugar está por cruzar la gran zona helada, esa zona del mar en la cuál no hay casi vida, y el agua está tan fría que casi es de hielo.
- ¡Vaya! ¿Y seguro que esa estrella de los deseos existe de verdad?
- Tan seguro como que tú eres una sirena y yo estoy hablando contigo ahora mismo de ella.
- Pues yo iré a buscarla y estoy segurísima que la encontraré.
Ya me disponía a irme en cuanto pensé en otra pregunta que hacerle y retrocedí:
- Antes has dicho que casi todo el mundo te ha preguntado por la estrella de los deseos ¿Por qué más te han preguntado hoy?
- Chica lista, me han preguntado por la extraña enfermedad que a muchos de los animales marinos les ha afectado durante esta semana.
- Claro, así que era por eso, por eso llevo varios días sin poder ver a mis amigos ¿Y en que consiste esa enfermedad?
-Nadie lo sabe, ni siquiera yo, pero es muy grave, ya hay muchos peces que han muerto por su culpa.
- Ojalá yo pudiera hacer algo para ayudarles.
- Puedes, si le pides a la estrella de los deseos que se curen, el mal habrá terminado.
- Sí, lo haré, lo haré por el bien de todos.
- Pues date prisa.
La ballena me enseñó una de sus aletas la cuál estaba toda llena de manchas rojas  y lilas.
-Yo también me he contagiado.
Más decidida que nunca me dirigí hacia la zona en donde estaban las algas carnívoras, por el camino fui cogiendo piedras y cada vez que las algas abrían las bocas dispuestas a comerme, les lanzaba unas cuantas, y al masticarlas se quedaban sin dientes.
Después llegue hasta el barco hundido fantasma.
Allí estaban como siempre los esqueletos de los piratas transparentes peleándose entre sí con sus sables, pasé por medio de ellos en profundo silencio, intentando pasar desapercibida, pero no me salí con la mía, enseguida me vieron y fueron a por mí.
Yo les convencí para que me acompañaran haciéndoles creer  que ellos también estaban enfermos y hablándoles de la gran estrella de los deseos como su única salvación. Por suerte, se tragaron la historia y corriendo abandonaron su barco y me siguieron, rascándose todos sus huesos. 
Ya solo me quedaba atravesar la zona helada, sin duda iba a ser la prueba más difícil de todas, había oído que cientos de peces y de sirenas que habían intentado atravesarla, se habían congelado en el transcurso del camino, y estando allí pude comprobar que era cierto, ya que choqué con varias figuras de hielo en forma de pez.
Estaba tiritando cuando uno de los fantasmas me hizo una propuesta:
- Puedes meterte dentro de mí.
- ¿Qué?
- Sí hombre, entra por mi boca. Yo no siento ninguna clase de frío, soy como una especie de abrigo de huesos transparente, ya verás confía en mí.
No sabía si confiar en aquel huesudo fantasma, pero… ¿Qué otra opción tenía? Así que cerré los ojos, y el fantasma me engulló en un santiamén.
Aunque pareciese mentira el fantasma tenía razón, pude seguir mi camino sin pasar nada de frío, y por fin nos encontramos ante la gran estrella de los deseos.
Era enorme, de cinco puntas y con una luz tan potente que te obligaba a estar muy pero que muy lejos de ella.
Salí del cuerpo del fantasma y formulé el deseo:
- Deseo que todo el mundo que haya sido afectado por la enfermedad se cure.
La luz se extinguió, después de dejar a los fantasmas de nuevo en su barco, volví a mi casa, y todo el mundo me dio las gracias, el sabio del mar había extendido la noticia de que yo había sido, la sirena que se había embarcado en la búsqueda de la gran estrella de los deseos.