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PRIMERA HISTORIA
LA BRUJA DE LAS ROSAS ADORMECEDORAS
El olor era fresco, recibía un suave perfume a rosas que me embriagaba y se hacía presente en todas las partes de mi cuerpo, era un olor atrayente e irresistible, que me empujaba a seguirle el rastro y a caminar cada vez con más desesperación y ansiedad, tenía la boca seca y estaba muerta de sed, pero sin embargo no podía detenerme ni un solo segundo a coger aire.
Un camino rosa era él que yo pisaba, un cielo rosa era él que yo veía, unos pétalos rosas eran los que me rozaban la cara, los brazos y las piernas al caminar, un rostro rodeado de pétalos de rosas de distintas tonalidades rosadas era lo que me esperaba al final de ese camino, un rostro de una mujer que cada vez parecía estar más cerca, y digo parecía porque ese rostro se iba acercando y aumentando de tamaño a cada paso que daba, pero aunque había caminado ya muchos kilómetros todavía no acababa de llegar a ella, y todavía no estaba a una distancia en que pudiera alargar mi mano y tocarla.
De aquella mujer solo se le veían los brazos y la cara, rodeada de pétalos, sus ojos, sus labios y los dedos de sus manos eran varios pétalos rosas muy juntos. Por su boca entreabierta soplaba y se escapaban más y más pétalos, que me servían de guías hacia ella, pero… ¿Quién era esa mujer? ¿Qué hacía yo en ese sitio? ¿Por qué quería llegar hasta ella? ¿De donde me conocía ella? ¿Por qué me llamaba tan intensamente? ¿Por qué no podía negarme a su llamada? ¿Por qué aquel olor a rosas hacía que me entrará sueño? Era un sueño encantador, un sueño que deseaba que me llegara y sentirlo con todo su poder pero al mismo tiempo me asustaba, porque al ser tan encantador tenía miedo de que una vez lo cogiera, ya no pudiera soltarlo, y permaneciese dormida sin poder volver a despertarme.
La lluvia de pétalos cesó, la señora habló con voz susurrante y provocativa:
- Ven acércate a mí, yo estoy aquí para librarte de ese sueño que te arrastra, yo te sacaré de él  y haré que venzas este cansancio.
Y creyendo en sus palabras yo la seguí, pero no daba resultado, los párpados cada vez me pesaban más y ya caminaba en una posición casi sonámbula, entre los murmullos del aire que empujaban a los pétalos rosas, creí distinguir una risa irónica que se burlaba de mí, de mi presencia, de mi situación, quería saber de donde venía esa risa.
- Señora, ayúdame a que dejen de reírse de mí.
Pero la voz de la señora no volvió a oírse, solo se oía una risa escandalosa,  el perfume cambió de olor, ahora ya no era un olor suave y fresco, era un olor igual de irresistible y atrayente pero al mismo tiempo era agrio y apestoso.
Los pies se me hundían en la tierra rosada a cada paso que avanzaba, los pétalos rosas me cortaban y me hacían sangrar al rozarme la piel. Deseaba chillar, pero la voz no me salía y mientras aquella risa seguía su curso cruelmente y yo mentalmente repetía una y otra vez: “¡Cállate, cállate, cállate!” Era una sensación insoportable ¿Cómo podría ser que un sueño tan bonito fuese a tener un final tan trágico? Y oyéndome a mí misma caí en la cuenta, todo eso era un sueño, yo estaba durmiendo, y recordé como había comenzado todo.
Esa noche había estado haciendo de canguro a una niña de siete años, me había pedido que leyera un cuento: la bruja de las rosas adormecedoras. En la portada estaba su foto, era la misma señora que me había estado llamando durante todo el rato, yo se lo había leído, pero al volver sus padres, despedirme de ellos, coger el dinero y volver a mi casa, había pensado en esa historia y había dicho textualmente hablando en voz alta conmigo misma estas palabras:
-¡Qué tontería de cuento! ¿Cómo va a existir una bruja que condene a las personas a un sueño eterno si se entera que se burlan de ella? Escúchame bien horrible bruja, yo no te tengo miedo y me río de ti en tu propia cara, venme a visitar si te atreves, esta noche en mis sueños.
Ahora sí que creía en la bruja, ahora estaba siendo víctima de ella, se estaba vengando de mis burlas, y yo estaba tremendamente arrepentida.
- Sé quién eres, sé porque estás haciéndome esto, perdóname, no creí que pudiera hacerte tanto daño, líbrame de este sueño, líbrame de esta pesadilla.
Pero ella parecía no hacerme caso, me derrumbé, y caí de rodillas sobre pétalos rosas cortantes, y lloré amargamente suplicándole perdón, y cuando los ojos me dolían de tanto llorar, noté que el olor agrio se había escapado de mi nariz, abrí los ojos muy despacio, miré a mi alrededor, estaba en mi cama, y en mi mesilla de noche había un papel rosado con perfume de rosas.
Escrito con tinta rosa estaba lo siguiente.
“Estás perdonada, pero ándate con cuidado, la próxima vez no te será tan fácil conseguir mi perdón.”

 
 
SEGUNDA HISTORIA
LAS DOS MITADES DE UNA MISMA LUNA
 
 
 
En un precioso prado con amapolas, margaritas y tulipanes, estaba situada la gran escuela de brujería del grado superior y del grado inferior. 
La del grado superior era una cabaña fabricada con viejas maderas mordidas por termitas, estaba prácticamente destrozada y giraba dentro de un gran tornado, sosteniéndose en el aire, quienes conseguían traspasar el tornado y entrar dentro de ella sin que el viento se los llevará, tenían la gran suerte de ser reconocidos como brujos y brujas de alto nivel y podían observar que su interior no tenía nada que ver con su exterior. Los pasillos eran interminables, los suelos eran lenguas mágicas con notas escritas sobre ellas que hablaban sobre la historia de esa escuela y sobre los más famosos brujos que habían pasado por allí, cada vez que pisabas alguna de esas notas, algún sistema automático se encendía de inmediato y la lengua comenzaba a hablar bajo tus pies. Las paredes estaban hechas de chocolate y de helado de distintos sabores, y en cualquier momento del día podías picar un trozo de ellas y comértelo y al instante las paredes se regeneraban y volvían a estar intactas. 
Todas las habitaciones, menos la biblioteca estaban vacías, si querías que aparecieran  las distintas cosas que se necesitan para adornar una habitación, tenías que decir que tipos de muebles querías, describir como debían ser, y éstos aparecían. El mobiliario solo permanecía totalmente visible durante veinticuatro horas, después tenías que volver a indicar una por una todas las piezas  que deseabas que lo compusieran, y podías cambiar de estilo tantas veces como deseases.
En la biblioteca de la escuela había recogidos cientos de libros para que los brujos pudieran mantenerse bien informados, los libros tenían un sistema regenerativo de páginas y de portadas de manera que en el caso de que algunas de ellas fuera arrancada, se sustituía en él mismo lugar por una idéntica y el alumno o profesor podía mantener la hoja arrancada en su poder, sin que ésta faltará en el propio libro. Y en el caso de que alguna hoja se malgastara con el paso del tiempo, pero continuará en el interior del libro, se destruía ella misma, y una nueva igual a la vieja aparecía, de manera que los libros aunque pasaran cientos y cientos de años, siempre estaban en un estado perfecto.
Pero ningún brujo de nivel bajo que no consiguiera atravesar el tornado, podía disfrutar ni conocer estas maravillas.   
Los brujos de nivel bajo, estudiaban en la escuela del grado inferior , ésta estaba dentro de un pozo de piedra, con musgo entre ellas, viejo y maloliente, con un dedo de agua sucia en su interior, sobre él cuál flotaba un castillo de oro con los tejados de plata, todo su interior era también de oro y de plata, no había ni lenguas mágicas, ni paredes comestibles, ni muebles que desaparecían y aparecían gracias a una orden tuya, y los libros no se regeneraban, por lo que los estudiantes y profesores tenían que tener mucho cuidado con ellos.
Yo era profesora, en la escuela del grado superior. Y precisamente de ella trata esta historia, concretamente de una de las alumnas a la que más le había costado traspasar el tornado para entrar en ella, o por lo menos eso es lo que creían el resto de sus compañeros.
Esta chica concretamente se llamaba Marga. Tenía los ojos como los colores de un semáforo, el derecho el iris estaba partido por la mitad, en dos partes exactas, la primera era roja y la segunda naranja y el ojo izquierdo era todo de color verde.
El cabello era moreno, pero según sus estados de ánimo le surgía un mechón mágicamente indicándolo, que permanecía visible durante unos minutos. Por ejemplo si ella estaba triste, le salía un mechón azul, si sentía vergüenza por algo, le salía uno rojo, si estaba contenta le salía uno blanco, si estaba enfadada le salía uno púrpura o si estaba ilusionada le crecía uno rubio y así sucesivamente. Con lo que si te aprendías de memoria que color identificaba a cada estado particularmente, era posible saber lo que sentía ella por dentro, por esa razón, siempre llevaba puesta una gorra blanca de lana, con florecitas rojas alrededor de ella. 
Pero era muy despistada, y siempre iba con prisas a todos los sitios y la mayoría de veces se olvidaba de ponerse la gorra en la cabeza, y la llevaba en la mano casi todo el tiempo.
Nuca podías saber que ropa llevaba puesta, ya que siempre iba a todas partes abrigada con una gabardina gris, con unos botones muy gordos, que tenían forma de calaveras negras. Los zapatos los tenía envueltos con un grueso papel blanco, con gomas elásticas que los sujetaba sobre los tobillos.
El conjuro que mejor se le daba era enviar mensajes a quién quisiera en forma de sueños, o sea que podía hacer que cualquier persona soñara lo que ella ordenase por medio de dibujos. Lo único que tenía que hacer era asegurarse que dicha persona estaba durmiendo en ese momento, y ponerse a dibujar dichas imágenes mientras pensaba en ella.
Marga estaba enamorada de Axpell en secreto, un muchacho con los ojos azules, que se volvían amarillos a la luz del sol, y blancos a la luz de la luna. Su cabello era rizado y castaño. Siempre iba vestido de negro con ropa de motorista ya que conducía una invisible con la que se paseaba por toda la escuela a una gran velocidad, era especialista en usar el conjuro de las peleas y los besos a distancia, de hecho era el único alumno de la escuela que lo sabía efectuar con éxito, de manera que podía darle una paliza a alguien o besar a alguien en la mejilla, en el cuello o en los labios sin que tuviera que estar presente, claro que no le servía de mucho para ocultarse puesto que todo el mundo sabía que era el único capaz de hacerlo, así que si cualquiera de la escuela notaba que le besaban o que le azotaban un puñetazo, sabía perfectamente quién había sido y con quién tenía que ajustar cuentas.
Axpell era huérfano, era el único alumno que en las vacaciones no se trasladaba a la casa de sus familiares, puesto que no tenía ninguno, por lo que había tomado la escuela como su propia casa y a mí como a una madre.
Todo el mundo en la escuela despreciaba y se burlaba de Marga, continuamente le decían ésta frase: “no sé que haces aquí ¿qué truco usaste para traspasar el tornado? Tendemos que avisar al consejo real de brujos para que cambien el sistema de seguridad, porque es evidente que tú no mereces ser una bruja de alto nivel.” 
Pero sus compañeros no sabían cuanto se equivocaban, la gran mayoría de brujos de alto nivel tenían que estudiar antes un temporadita en la otra escuela, con el fin de aprender todo lo necesario para traspasar el tornado, pero ella no, ella traspasó el tornado sin necesidad de ningún conjuro, de hecho ella no hubiera ni necesitado unos días  estudiando en la escuela del grado inferior para conseguir ganar experiencia, pero los pasó porque quiso, para que nadie supiera que ella era superior en poder a todos sus demás compañeros de la escuela.
Marga deseaba conquistar a Axpell, pero sabía que éste no le iba a prestar nunca ni la más mínima atención, así que se le ocurrió una idea para conseguirlo. Encantó su teléfono móvil de manera que marcara el número que marcara él, siempre la llamada fuese enviada al móvil de Marga. De esta manera ella hablaba con él sin decirle quién era en realidad, y a Axpell cada vez le gustaban más y más esas conversaciones.
En cuanto Marga lo creyó oportuno le mandó un mensaje en forma de sueño para que supiera que la voz anónima era la suya, inmediatamente empezaron a salir.
Pero Axpell no quería que nadie supiera que Marga era su novia, ni siquiera me lo había contado a mí, yo lo sabía porque un día les había pillado besándose. 
En la esuela se iba a representar una obra teatral: Romeo y Julieta.
Y Axpell iba a hacer el papel de Romeo, él propuso que el papel de Julieta lo hiciese Marga, todo el mundo se opuso a ello, pero en cuanto Axpell dijo que sino la aceptaban a ella, él se iba de la obra, no les quedó más remedio que aguantarse y callar.
Cuando empezaron los ensayos de la obra, las cosas empeoraros para Marga, su vestido apareció roto, y sus compañeros le tiraban tomates y globos de agua, cada vez que la veían entrar en el salón de actos. Axpell no parecía darle mucha importancia a esas bromas, incluso un día llegó a tirarle él mismo un globo de agua.
A los pocos días, apareció una chica nueva en la escuela, se llamaba Rita.
Tenía los ojos negros, el cabello verde, recogido con una peineta blanca y roja, de la que caían hilos finos, adornados con perlas blancas y corazones rojos. Llevaba un vestido negro, las mangas y la falda eran de tul y a tiras. Como calzado llevaba unos botines negros con el mismo adorno que en su pelo.
Ésta chica pasó de inmediato a sustituir el puesto de Marga en la vida de Axpell, él paseaba por toda la escuela con su moto acompañado de ella, a todas horas, no había nadie que no conociera a la nueva novia de Axpell.
Sus compañeros actores, estaban encantados con la nueva incorporación al papel de Julieta, pero eso solo fue al principio, después Rita empezó a  proponer cambios en el guión, y la persona que no estuviera de acuerdo con ella desaparecía a los pocos días.
A Axpell lo controlaba en todo, incluso en la ropa que se debía poner o como debía hablar en cada momento y con quién,  con todo esto él se empezó a cansar de ella y con el paso de los días fue echando de menos a Marga, a la cuál cada vez se le veía menos por la escuela.
Un día Axpell harto de Rita, decidió cortar con ella y decirle que a quién de verdad quería era a Marga. Y ella le contestó: 
- Lamentarás haber cortado conmigo, mataré a Marga.
Axpell no se tomó en serio sus amenazas y pasados unos días, encontró el cuerpo de Marga fallecido y sangrando, con una daga clavada en su pecho, sobre el sillín de su moto, del bolsillo de la gabardina le sobresalía un papel doblado y arrugado, él lo cogió y me lo enseñó a mí.
- Me lo encontré en el bolsillo de la gabardina de Marga ¿Sabes que es?
- Es una hoja de un libro de la biblioteca, es el conjuro de las dos mitades de una misma luna.
- ¿Qué conjuro es ese?
- Es un conjuro para crear una doble personalidad de una misma persona, antiguamente lo solían usar muchos brujos para cambiar de personalidad sino les gustaba la suya, y creaban una persona totalmente diferente tanto exteriormente como interiormente, no es un conjuro muy aconsejable ya que la personalidad creada casi siempre suele ser malvada y vengativa.
- ¿Y que crees que hacía esto en el bolsillo de Marga?
- ¿Tú que crees? ¿Alguna vez viste a Marga y a Rita juntas?
- No.
- Exacto.
-¿Pretendes decirme que Marga hizo este conjuro, y que ella y Rita eran la misma?
- Todo parece indicar que sí, quizás si la hubieras tratado mejor, todavía estaría viva.
 
 
 

TERCERA HISTORIA
 
ANIMALES   ASESINOS
Estaba triste y solo, solo y triste, sin familia a quién llorarle ni mascotas a las que mimar. Era un anciano con los achaques propios de mi edad, toda mi vida la había dedicado en cuerpo y alma a la ciencia, y encerrado en mi laboratorio, situado en el sótano de mi casa, una cabaña en las afueras de la ciudad, había pasado las más felices horas de toda mi vida. Los pocos amigos que hice en mi juventud. Los fui despreciando  con el paso de los años, con la tonta excusa de que me estorbaban para seguir indagando en mis investigaciones científicas, no quise conocer ninguna novia porque pensé que el tiempo que dedicará a ella sería tiempo perdido para mí y mis experimentos. Con el paso del tiempo me encontré solo, y me di cuenta que realmente necesitaba alguna compañía, y que había sido muy egoísta con los que me la habían ofrecido hasta ahora. Intenté salir de mi cabaña, y coger una vieja motocicleta para bajar al pueblo más cercano, pero no sabía como comportarme con las personas, las palabras no me salían de la boca, y cuando algo salía mal trataba de buscarles desesperadamente el hilo del enchufe o el botón que les apagaba, pero no eran máquinas, y no podía controlarlos.
Volví a mi solitaria vivienda, y me hice un robot que me obedecía en todo y reía todas mis gracias, pero no recibía ni un solo abrazo y ni un solo beso de él, y todos los cumplimientos que me hacía sabía de buena gana que no eran verdaderos y eso me molestaba bastante. 
Destruí el robot, reemplacé la compañía con una mascota, supuse que sería una buena idea, y lo fue en los primeros días, en los que jugábamos muchísimo, y me entretenía día y noche escuchando sus ladridos. Pero pronto el egoísmo se volvió a apoderar de mí y mi perro se quedó arañando y gimiendo en la puerta de mi sótano. Olvidé de darle de comer, de sacarle a pasear, de jugar con él, de prestarle atención y un día me lo encontré muerto, había vuelto a equivocarme con él.
Me llevé al animal al laboratorio y yo mismo lo disequé, quedó precioso, algunas veces lo cogía con dificultades para moverlo y ladraba fingiendo que seguía vivo. Hasta que opté por la idea de comprarme un gato, era siamés. Le puse de nombre Linmi, en muchas ocasiones le cogía chafándole un poco la cabeza y colocándolo frente al perro disecado le decía:
- Mira Linmi, éste es Bongo, es muy manso, puedes juguetear a su alrededor tanto como quieras, no te hará nada.
Linmi fue un buen compañero de juegos durante mucho tiempo, me esforcé al máximo para no cometer el mismo error con él, que cometí con Bongo. Por las noches hablaba con él, él me contestaba con tiernos maullidos y juraría que me entendía todo lo que le decía. 
Pero luego me di cuenta de que a veces era demasiado aburrido y quise inventar una máquina para modificarle el carácter, para crear el prototipo tenía que pasar horas y horas en el laboratorio, pero aún así apunté sus horas de comida en la agenda electrónica para que no se me olvidará y también el día y la hora a la que debía limpiarle su caja y llenarla de serrín nuevo. Pero aunque estaba bien alimentado, se acabó muriendo igual por falta de cariño. Disequé a Limni y lo coloqué al lado de Bongo y mirándolos a los dos juntos les dije:
-Ya nada os volverá a separar.
 Bajé al pueblo a por otro animal, ésta vez compré un gorrión, Chivy era muy bonito, me encantaba su canto, y como movía su pico para comer. Cuando bajaba al pueblo a comprar, deseaba hablarles a todos de Chivy, pero todo el mundo me miraba como si fuera un bicho raro, y quizás lo fuese.
Con el tiempo a Chivy le sucedió lo mismo que a mis anteriores amiguitos, se me partió el corazón en cuanto me lo encontré muerto dentro de su jaula, y con mucha ternura lo oculté entre mis manos y lo llevé cantándole una nana y acunándole con amor hasta el sótano, en donde lo disequé. Lo coloqué sobre unas ramitas de almendro, y con el pico abierto entre todas esas florecitas rosadas, parecía como si todavía estuviera vivo y libre.
Todavía con lágrimas en los ojos, salí afuera y dándole patadas a las piedrecillas que me encontraba en el camino, fui caminando hasta la motocicleta, en la cuál me subí, me coloqué el casco en la cabeza y arranqué, pensando cuál sería mi próximo amigo.
Llegué a casa con una jaula en donde estaba acomodado un lindo conejo negro, con las patitas blancas. Era adorable y le puse de nombre Remo. Con el tiempo le construí un pequeño parquecito en el exterior para que pudiera corretear libremente sin alejarse de la cabaña, era una delicia poderlo ver. Observé que su cuerpecito era todo de color negro, en cambio sus patitas eran blancas y por sus orejotas tenía manchitas marrones.
Viendo todo ese contraste de colores en su pelaje, imaginé que sería interesante poder hacer averiguaciones con Remo, para que fuera el único conejo con los colores del arco iris en él. Así que cada día le iba clavando inyecciones de fórmulas que yo mismo creaba, con el paso de los días lo trasladé a una jaula muchísimo más pequeña que la suya, para más comodidad para mí, ya que tenía que trasladarla continuamente desde el exterior de la cabaña hasta el sótano y viceversa. Pero cada vez pasaba más tiempo creando las mezclas, y ya no me acordaba de sacarlo a pasear a su jardín privado y lo dejaba por las noches, en una oscuridad absoluta, dentro del sótano en un rincón, en el interior de esa jaula pequeñísima, en la cuál no tenía ni espacio suficiente para mover sus orejas. 
Y como era de esperar, una mañana me lo encontré muerto, y muy enfadado conmigo mismo por haber permitido que volviera a ocurrirme semejante desastre, saqué de la jaula al conejo púrpura, con las patitas delanteras rosadas y las patitas traseras amarillas y lo preparé todo para disecarlo y colocarlo sobre una base con hierba fresca y amapolas. Y allí tenía yo mi colección de animales disecados, en primer lugar estaba Bongo, mi fiel perro, en segundo Linmi, mi travieso gatillo, en tercero Chivy, mi cantarín gorrión y por fin en cuarto lugar Remo, el conejo más modernista de todos los tiempos.
El siguiente animal que aportar a mi colección resultó ser un monito, llamado Sishy, ésta vez lo vigilé mucho para que no le ocurriera nada y estuve muy pendiente de él, pero es evidente que no fue suficiente y acabó como trofeo igual que los demás.
Ya no tenía más ganas de gastarme más dinero en animalitos a los que iba a darles un triste final, pero no quería verme solo en la vida, por mucho que me doliera el desenlace necesitaba tener compañía de alguien y poder reparar así, mis antiguos errores o por lo menos intentarlo.
Ésta vez en el mercado del pueblo compré un pato amarillito, lo alimenté muy bien y se hizo muy grandote, cuando lo disequé, pues no hace falta volver a decir que otra vez metí la pata con él, tenía sus alas extendidas, y parecía que iba a despegar y a escaparse de mí y yo mientras le miraba pensaba: “no me dejes solo Mirto, no quiero estar más tiempo solo.”
Opté por hacerme cargo después de cinco ratoncillos blancos: Zatty, Berny, Monbi, Sparky y Monble. Construía laberintos y pruebas para ellos cada vez más difíciles para poner a prueba su inteligencia. Un día en que dejé la puerta de la jaula abierta, un descuido tonto, lo sé, se escaparon, y después de corretear por la casa durante muchas horas, los vi tirarse por la ventana, uno tras otro, y rodar cuesta abajo por el monte.
Seguí su pista y los recuperé a todos, los disequé para que les hicieran compañía a sus demás amiguitos.
Pasé cuatro noches en vela, pensando que podía hacer, estaba decidido a arreglar mi situación actual de soledad, no iba a arriesgarme con un nuevo animal, iba a revivir a todos los demás, sabía que sería arriesgado resucitar a los muertos, pero debía intentarlo, aquellos animales eran para mí el único consuelo que tenía en mi triste vida. Así que después de muchos experimentos, en los que casi conseguí volverme loco, les inyecté a todos, uno por uno, una poción y un día, me los encontré a todos despegados de sus bases, y andando y volando libremente por cada una de las habitaciones de la cabaña.
Estaba muy contento, había conseguido mi propósito, pero mi alegría duró muy poco tiempo, ya que de inmediato observé que filetes enteros de ternera y crudos desaparecían de la nevera como por arte de magia, y restos de sangre fresca en las diferentes partes del cuerpo de cada uno de mis animales. No tardaron en abalanzarse sobre mí y morderme las orejas y todo lo que pillaran en el camino, así me observé a mí mismo huyendo de ellos para no convertirme en uno de sus aperitivos.
Me encerré en el sótano, derramé un poco de líquido especial que había utilizado para revivir a mis animales sobre un montón de huesos de dinosaurio, que se juntaron y formaron todo un cuerpo esquelético con movimiento. Solo eché muy poca cantidad de ese líquido, para que no corriera ningún peligro con el dinosaurio resucitado. 
Mientras el dinosaurio perseguía a los animales y los mantenía alejados de mí, yo confeccioné una jaula  muy especial en donde guardé una especie de bomba nuclear, de tamaño pequeño pero muy potente, la saqué al exterior de la cabaña, convencí a mi dinosaurio para que condujera al resto de animales a su interior y allí explotaron todos, así llegó el final de sus días.
Froté mi cabeza en una muestra afectuosa de cariño con la del dinosaurio, le miré tiernamente a los ojos, y supe que desde aquel instante algo iba cambiar en mi vida profundamente, al fin había encontrado mi compañía ideal.
 
 
 
 

 
 
 
 
 
 
 

El llavero de los mundos muertos